EXPLOTACIÓN ANIMAL
EXPLOTACIÓN ANIMAL  
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  ALIMENTACIÓN
ALIMENTACIÓN

 

ALIMENTACIÓN   

 

 La industria de la alimentación es, con mucha diferencia, el ámbito en uso de animales como recursos que más muertes provoca en todo el mundo y por tanto, más sufrimiento. Pero no solo son los animales los perjudicados en esta industria. El excesivo consumo de carne ha tocado techo, y muchos expertos en la materia coinciden a la hora de enumerar las fatales consecuencias que está provocando a nivel mundial: problemas de salud derivados del excesivo consumo de carne, desastre ecológico y medio ambiental, y aumento del hambre mundial. Por desgracia, según fuentes de la agencia alimentaria el consumo de carne irá en aumento en los próximos años, y esto no hará más que incrementar los problemas. Por eso, es ahora cuando se hace urgente replantearse nuestros hábitos alimenticios abandonando o al menos reduciendo gradualmente el consumo de carne y pescado, porque esto solo depende de nosotros mismos como consumidores. Tan sencillo como que si baja la demanda bajará la producción.


El siguiente vídeo contiene imágenes aptas para TODOS los publicos.

  

 

 Algunas cifras para tener en cuenta                         

    Según fuentes de la  FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), cada segundo mueren en el mundo aproximadamente 2000 animales para servir de alimento a toda la especie humana, sin contar los peces. Esto supone unos 345 millones al día y en torno a 60.000 millones anuales. En cuanto a los peces son más de 140 millones de toneladas, pues no hay recuento individualizado. Pero aún si la media por cada pez muerto fuera de 2 kg (con un elevado margen de error) nos saldrían a más de 70.000 millones de peces anuales (bastante más que aves y mamíferos), y si fuera de 1 kg, el doble: 140.000 millones. El resto de cifras de animales muertos anualmente para comida sería el que sigue: 50.000 millones de pollos, 2.715 millones de patos, 1.388 millones de cerdos, 1.169 millones de conejos, 648 millones de gallinas, 635 millones de pavos, 564 millones de ovejas, 402 millones de cabras, 301 millones de bóvidos, 57 millones de otras aves, 23 millones de búfalos, 10 millones de perros, 5 millones de caballos y 1,5 millones de camellos. Todas estas cifras fueron tomadas por la FAO en el año 2007, por tanto y como el consumo sigue creciendo ahora serán mayores. En España, las cifras de animales muertos al año son las siguientes: 560 millones de pollos, 51 millones de gallinas, 37,5 millones de cerdos, 19,3 millones de corderos, 2,7 millones de bóvidos, 1,8 millones de cabras y 854.000 toneladas de peces.

  

La raíz ética del consumo de carne y pescado

     En la actualidad, el consumo de carne y pescado extendido en la inmensa mayoría de la  población mundial, responde a las costumbres especistas que perduran en nuestra sociedad desde hace milenios. Sin embargo, no se puede comparar la forma de matanza de los animales de hoy a las de los primeros tiempos, donde el método de la caza era lo habitual. Hoy se puede calificar de esclavitud la forma en que se crían a los animales en las granjas industriales: cebados hasta engordar lo suficiente para después ser llevados a los mataderos en pésimas condiciones y degollados por verdugos sin ningún tipo de pudor ni contemplaciones, en un acto más propio del más terrorífico sadismo que cualquier otra cosa, acto que resultaría repulsivo para la mayoría de nosotros tan solo por el hecho de contemplarlo. Aturdidos antes de ser sacrificados, muchos de los animales son desangrados mientras aún están vivos, lo que supone una lenta agonía antes de  la muerte final. Pero la cuestión en realidad no es cómo se trata a los animales que nos comemos sino si es correcto hacerlo sabiendo que existen otras formas de alimentarse libre de dolor y violencia. Es más, resulta una total injusticia explotar y asesinar a un animal para comértelo sabiendo con total certeza que no tenemos la necesidad de hacerlo. Las costumbres especistas y “los mitos de la carne” no sirven como justificación para seguir perpetuando el sufrimiento y la muerte de millones de seres. El respeto a la vida es algo que no depende del sabor de la carne o los métodos utilizados para producirla.



 

Un poco de historia. ¿Hemos comido siempre carne?

    Para conocer un poco más sobre el consumo de carne nos remitiremos a la historia. El argumento ampliamente extendido de que el hombre siempre ha comido carne es un tanto atrevido en cuanto a la gran cantidad de hipótesis sugeridas por los antropólogos sobre la historia del homo-sapiens. Además, es erróneo denominar a la especie humana como una especie homogénea. La gran diversidad de los grupos de humanos que formaban nuestros antepasados indican la variedad de comportamientos y costumbres en cuanto a su modo de obtener los alimentos. La caza puede haber sido necesaria para algunos grupos de humanos pero no para otros. Y sostener que nuestros antepasados llevaron siempre la misma dieta sería ignorar la gran variabilidad de conductas que presentan los primates. Lo que si se podría llegar a afirmar con gran probabilidad de acierto es que cada grupo de humanos ha tenido la capacidad de adaptabilidad en sus formas de alimentación con respecto a las condiciones ambientales en el que le ha tocado vivir, y es precisamente esto lo que ha posibilitado su supervivencia.

 

  Otro dato importante a tener en cuenta sobre nuestra historia es las semejanzas y diferencias de la anatomía y fisiología del ser humano con el resto de animales. Resulta significativo que nuestra anatomía está más cerca de la de animales que se alimentan de frutas y vegetales que a los de presa. Veamos varios ejemplos que constatan esta teoría:

  • La dentición humana y la estructura de nuestras mandíbulas caracterizada por caninos pequeños, molares planos, largos incisivos y mandíbula móvil es mucho más parecida a la de los herbívoros que a los carnívoros, los cuales poseen largos caninos y movimientos verticales de la mandíbula, diseñados para desgarrar y que les impide masticar los alimentos.

  • El tubo digestivo de los humanos es doce veces mayor que su torso, esto quiere decir que las sustancias que entran en él son excretadas hasta un período largo de tiempo, y está preparado para alimentos fundamentalmente vegetales. Por el contrario, el tubo digestivo de un carnívoro es solo tres veces su torso, diseñado para tragar las presas a bocados.

  • La saliva y la orina de los carnívoros son ácidas y las nuestras alcalinas, al igual que la de los herbívoros, lo que permite digerir mejor los carbohidratos y el almidón.

  • Los carnívoros no sudan y regulan su temperatura mediante el jadeo y la respiración. Los herbívoros y los seres humanos transpiran a través de poros.

  • Por último, los carnívoros beben agua con la lengua y los herbívoros y los hombres mediante succión.




     

   Animales herbívoros y carnívoros poseen la mayoría alimentaciones muy especializadas y selectivas, como especializada es también su dentición y fisiología. El ser humano, en cambio, se puede afirmar que tiene una anatomía muy versátil, por ello se le llama omnívoro ya que puede comer carne. Sin embargo, nuestros parientes más cercanos son los primates, descendientes no de los simios actuales sino de ramas distintas que parten de un mismo origen, y estos también suelen ser animales herbívoros.

    En conclusión, la historia de la alimentación humana es la historia de su evolución, y ésta está llena de hipótesis y enigmas aún no descifrados. Hay teorías de todas las clases al respecto. Lo que resulta evidente es que el hombre desde tiempos inmemoriales ha comido carne, al igual que también ha comido vegetales, con lo cual ambas tendencias son obviamente naturales. Quizás una pregunta más adecuada es: ¿cuál de las dos conductas es más beneficiosa?

 

 

 Cuestión de salud

       Uno de los mitos de la carne más arraigado en nuestra sociedad es el hecho de que ésta siempre ha sido vista como un alimento importante y esencial para la salud humana. y uno de los principales objetos de su culto son las proteínas. Es cierto que la carne y el pescado contienen una importante fuente de proteínas, pero esto no quiere decir que el resto de alimentos no las posean. Por ejemplo, solo la soja, las lentejas o guisantes ya tienen más cantidad de proteínas que un filete de ternera o cualquier pescado. La importancia de las proteínas radica en que sólo en estas se puede encontrar nitrógeno, que junto con el hidrógeno, el carbono y el oxígeno es un elemento químico esencial para la vida humana, animal y vegetal. Mientras que el nitrógeno es absorbido de la atmósfera directamente por algunas leguminosas y mezclado con hidrógeno por otras plantas, los animales solo pueden conseguirlo mediante la alimentación generalmente de dichos vegetales. Se podría afirmar con seguridad que el hombre necesita ingerir una adecuada cantidad de proteínas diaria, pero no necesita obtenerlas de la carne, a continuación analizaremos el porqué.


    
   
      Como ha quedado claro, la carne y el pescado son una importante fuente de proteínas necesarias para la salud. Pero a la vez, son alimentos plagados de inconvenientes que perjudican seriamente nuestro organismo. La obtención de la carne en buen estado ha sido un problema desde que nuestros antepasados dejaron de cazar y comer carne en el acto. La carne en descomposición es un paraíso para las bacterias y constituye el medio ideal para su multiplicación. Además, durante el proceso de manipulación después del sacrificio aparecen gérmenes y esporas, y cuanto más tiempo transcurra hasta su consumo, peor será para la salud. Por otro lado, los animales descargan hormonas, fluidos y productos químicos tóxicos que quedan retenidos en su cuerpo, provocado por la situación de miedo y nerviosismo que padecen en los momentos previos a la muerte.


      Otro gran inconveniente de las carnes actuales es el uso de plaguicidas, metales pesados y sustancias tóxicas que llegan a nuestros alimentos mediante la contaminación ambiental. Esto es directamente perjudicial para todos los alimentos, agrícolas y ganaderos, pero estos últimos constituyen un problema más grave, pues los animales retienen durante mucho más tiempo estos residuos que las plantas, sobre todo los peces. De forma general, las plantas presentan una concentración de productos tóxicos de una décima parte de la que presentan los animales de una misma zona. Además, muchas de estas sustancias contienen numerosas  toxinas cancerígenas. Pero no solo este tipo de sustancias son utilizadas, pues también los antibióticos administrados en animales enfermos perjudican seriamente su cuerpo. Otro problema añadido son las múltiples enfermedades contraídas por los animales criados en las granjas y que crean la alarma social al ser transmitidos a los humanos (vacas locas, gripe aviar o porcina, etc.). Los problemas de salud más comunes derivados de un excesivo consumo de carne son: aumento en los casos de cáncer, obesidad, aumento del colesterol, problemas cardiovasculares y en algunos casos problemas inmunológicos, etc.
 


       Por desgracia, el mundo marino no se salva de estos problemas, y es que hoy en día es más peligroso comer pescado o marisco de aguas contaminadas que beberse dichas aguas, ya que los peces acumulan los productos tóxicos vertidos en mares y ríos miles y millones de veces más que las aguas. Y asegurarse de que el pescado viene de aguas limpias es algo que no podemos controlar, ya que son pocas las aguas no contaminadas de una u otra forma. A menudo, los océanos son grandes vertederos donde son vertidos residuos de todo tipo, como pesticidas, desechos químicos, metales pesados, residuos radiactivos, etc. y esto incide directamente en los peces que posteriormente nos comemos.
 


       Es evidente que hoy en día los contaminantes atmosféricos y productos tóxicos se encuentran también en las plantas, pero los animales contaminados concentran los venenos en sus tejidos y órganos, por tanto y resumiendo, está en manos del ser humano escoger entre una u otra forma de alimentarse, entre alimentos más sanos y nutritivos que otros más perjudiciales, desterrando para ello prejuicios, informándonos de las propiedades de los alimentos y buscando alternativas saludables. Y cada vez son más los estudios sobre nutrición que demuestran las ventajas de una dieta abundante en verduras, legumbres, verduras y frutas y reducida en carne y pescado. Comer animales éticamente es injusto y cruel, pero seguir haciéndolo con la certeza de que no beneficia en nada a la salud es una gran incoherencia.

Las consecuencias en el medio ambiente

      Según estudios realizados por los expertos en ecología internacional, la producción masiva de carne a nivel mundial para consumo humano se ha convertido en una de las principales causas (si no la que más) del calentamiento global, la deforestación de los bosques y selvas, y la degradación del suelo. Según datos de la FAO, las emisiones directas de gases de efecto invernadero  de la producción de carne representan aproximadamente el 18 % del total de emisiones, mayor que todos los medios de transporte juntos. La ganadería emite el   65 % de óxido nitroso (el excremento de los animales) y el 37 % del gas metano, producidos en la digestión. Estos son cada uno 20 y 300 veces más poderosos que el CO2 (9 %) como gases causantes del efecto invernadero. Por muy sorprendente que pueda parecer, ayudamos más al medio ambiente si nos cuestionamos nuestros hábitos alimenticios que el hecho de usar menos el coche.



      La producción de carne genera además un gran problema en cuanto al espacio, la comida y el agua. El espacio dedicado al ganado es de dos tercios de la tierra agrícola y de un tercio del área global cultivable. Para producir un solo kilo de carne de vaca se necesitan 15 kilos de cereales y 15.000 litros de agua. En la actualidad, más del 40 % del cereal mundial se destina al ganado, y se estima que para el año 2050 se superará el 50 %. Solo en Estados Unidos el porcentaje es del 70 %. Por otro lado, el ganado agota los recursos hídricos y genera mayor contaminación en los ríos por el vertido de los residuos de las granjas.
 

 


      Pero no terminan aquí las nefastas consecuencias de la producción de carne, y es que la deforestación de bosques y grandes selvas como la Amazonía contribuye en gran medida a aumentar los terrenos para el ganado (mayor incluso que los destinados para el cultivo de soja). Además, la degradación de los suelos, la desertización, el aumento del uso de pesticidas, antibióticos y fertilizantes, y mayor derroche energético son otras de las numerosas consecuencias.

      La perpetuación del hambre en los países en vías de desarrollo se ve reforzada drásticamente por la producción de carne. Para que nos entendamos, el hecho de consumir carne provoca que millones de seres humanos sigan pasando hambre, ya que la cantidad de cereal  empleado para alimentar a los animales cuya carne consumiría una sola persona podría llegar a alimentar a otras 20. Según las Naciones Unidas, si se redujera el consumo de carne entre un 10 y 15 % se podría llegar a erradicar el hambre en el mundo.



      Los expertos coinciden, es imprescindible y urgente reducir el consumo mundial de carne por lo menos en un 10 %. Pero los países principales productores de carne hacen oídos sordos a estas advertencias, y apenas toman medidas para la reducción del consumo, ya que a la vez hay intereses mayores por encima del hambre y el daño medio-ambiental. Las grandes multinacionales del sector ganadero son subvencionadas directamente por los gobiernos con lo cual el problema lejos de resolverse, continuará creciendo. Es por ello y ahora más que nunca que los hábitos alimenticios sean cuestionados a nivel social para que se produzca una gradual reducción del consumo, y somos nosotros los que podemos hacerlo, tan solo empezando a cambiarlos. Porque al igual que tomamos conciencia por el medio ambiente con actos como el reciclado de basuras o el uso del transporte público, más importante sería todavía el acto de reducir nuestro consumo de carne habitual.

 

 

   El vegetarianismo: la mejor de las soluciones

            Los mitos de la carne no solo han servido para defender y reverenciar su consumo, sino que también han servido para descalificar a quienes se abstenían de hacerlo. Hasta hace bien poco, los vegetarianos han sido vistos como personas extremistas y que carecían de los nutrientes necesarios para vivir. Siempre se han tachado de tener una salud débil, y erróneamente se ha creído que sus posibilidades alimenticias eran muy reducidas. Nada más lejos de la realidad, porque generalmente los vegetarianos son personas más preocupadas por su salud y por escoger una fuente de alimentos más variada y nutricional. Por otro lado, los defensores de la carne no se han dado cuenta de que los animales terrestres más grandes y fuertes del planeta, como el elefante, el hipopótamo o el gorila obtienen sus alimentos del reino vegetal.
 


      La decisión de abstenerse de comer animales o productos que conlleven sufrimiento y crueldad no es una decisión para nada arbitraria, sino que tiene que ver con la razón humana y más con la moral. Somos seres capaces de distinguir entre lo que es justo y lo que no lo es, y la moral establece el respeto por la vida ajena como un pilar fundamental en la escala de valores. El respeto por los derechos de los animales es una asignatura pendiente y quizás es el siguiente paso que debamos dar. Ya se hizo con los prejuicios racistas y también se ha avanzado mucho con los de carácter sexista. Significativo es que muchos filósofos, eruditos, artistas y pacifistas se hicieran vegetarianos además de promover sus ideas en contra del consumo de carne, como Pitágoras, Tomás Moro, Leonardo Da Vinci, Edison, Einstein, Gandhi,etc. Además, varias religiones orientales como el hinduismo, el budismo o el jainismo ya lo proclaman en sus doctrinas, y quizás tengamos mucho que aprender de éstas.



       Hacerse vegetariano no es algo que resulte fácil, una gran mayoría lo ha hecho de forma gradual, pues cambiar de hábitos alimenticios requiere un esfuerzo supremo, pero la voluntad humana es capaz de superar esfuerzos mayores, y quizás este merezca la pena. Para nosotros solo supone un cambio en nuestros hábitos, pero para ellos es una cuestión de vida o muerte, y lo que para nosotros supone el poder disfrutar de un efímero momento de excelente sabor para ellos supone toda una vida entera de cautiverio y penurias.
 


      La mayor parte de los que deciden convertirse al vegetarianismo lo hacen por ética,  justicia y  empatía hacia los seres que más necesitan de nuestra protección. La situación en la que viven es dramática y solo con nuestra ayuda podrán llegar a liberarse de tanto sufrimiento y horror que padecen en las granjas de esclavos. Cuando alguien decide hacerse vegetariano se puede afirmar con total seguridad que unos pocos animales se salvarán del destino que les ha tocado vivir.

FUENTES:
La alternativa vegetariana Autor: Vic Sussman, editorial INTEGRAL
www.equanimal.org
     

 
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